Libros del Rincón


El jardín de los árboles preguntones


El lugar era parecido a una larga y estrecha bodega cuyo techo se perdía en una penumbra que inundaba el lugar y que en la parte alta se hacía más intensa.

Tardaste un buen rato en acostumbrarte a esa oscuridad y hasta entonces comenzaste a recorrer el Jardín de los Árboles Preguntones, siguiendo un sinuoso camino que se internaba entre los frondosos árboles. Más que jardín, el lugar parecía un espeso bosque, ya que había una gran cantidad de árboles. El follaje a veces te tocaba la cabeza y en muchas ocasiones tuviste que agacharte para no golpearte con las ramas de los árboles.

—Aquí las flores son diferentes a las de todo el mundo— dijo una voz familiar a tus espaldas, cuando te detuviste a contemplar un grupo de extrañas flores azules.

Entre los árboles, distinguiste al hombre gordo que sonreía. Te llamó la atención escuchar su voz tan cerca y detrás de ti, porque el hombre gordo estaba a tu derecha.

—¡Tienes que resolver este caso!— volvió a decir la voz a tu espalda. En el momento en que te dabas vuelta, de un árbol cayó una hoja de papel justo sobre tu cabeza. En la hoja había varios dibujos y una pregunta: ¿Puedes encontrarle dos significados a las figuras? Tras un rato de ver la hoja pensaste que la figura 1 podían ser amibas africanas paseando por la calle y un poste a medio pintar.

¿Qué puedes imaginar viendo las demás figuras de la ilustración? Tómate tu tiempo y escribe en un papel lo que se te ocurra.

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Como tú eres una persona imaginativa y creativa, no tardaste no tardaste mucho en dar con los siguientes significados: la figura 2 te pareció dos bumerangs dando un abrazo; la figura 3 te recordó las huellas que dejan los elefantes cuando caminan de puntitas. Más difícil fue la figura 4 que tenía muchas posibles interpretaciones, aunque al final te decidiste por una culebra saliendo a pasear. La figura 5 se te figuró una dona asomándose por una barda y la figura 6 pensaste que no podía ser otra cosa sino un desfile de los hombres más flacos del mundo.

Cuando terminaste con la hoja surgió una luz de entre los árboles. El hombre gordo había desaparecido y decidiste ir a investigar. Conforme avanzabas, la luz se alejaba. Tenías que caminar entre los árboles y las plantas, pero estabas tan intrigado que no te preocupabas por eso. Además la luz iba cambiando suavemente de color: unas veces se veía verde, otras azules y de allí pasaba al rojo. También cambiaba de intensidad, se veía muy luminosa cuando te detenías un momento a tomar aire y se apagaba, conforme te acercabas.

Por fin desembocaste en una plazoleta. Sentados cada uno en una banca estaban Jorge, Amalia, Tico Taco y otro niño que no conocías. Se veían atareadísimos, con un montón de papeles a su alrededor, y a veces se reían ruidosamente. Cuando te acercaste, te miraron con una expresión totalmente diferente a la que les habías visto el día anterior. Parecían divertidos y animosos. Lo chocante se les había quitado.

—¡Mira lo que hemos hecho!— exclamaron cuando te vieron.

En verdad habían estado activos. Habían escrito muchas palabras filosas, gordas, crujientes y hasta untables. Pero además, habían formado historias con recortes de revistas que el hombre gordo les había dado.

—Nos dio un sobre que tenía tres sobres más pequeños y cada uno tenía unos recortes de revistas que había que poner en el orden que uno quisiera pero con la condición de que formaran una historia... —te contó Amalia.

—Éste es Sergio— dijo Tico Taco, presentándote al niño que no conocías—. Cuando vio lo que estábamos haciendo quiso unirse a nosotros porque... parece que estaba aburrido— continuó Tico Taco, dando a entender que era casi un honor estar en el grupo donde él estaba.

Sergio era un chico alto, exageradamente bien peinado y con una camisa a rayas. Te sonrió tímidamente sin moverse de su lugar y continuó dibujando en una hoja de papel.

—También desarrollamos figuras— dijo Jorge.

—Eso fue algo sencillo— comentó Tico Taco con su acostumbrado tono de decir las cosas—. ¿Tú podrías desarrollar algunas figuras?— te preguntó en tono de reto, y acto seguido te dio tres hojas que contenían en el centro una figura como la que se ve en la ilustración.

—Yo desarrollé ésta— dijo presumidamente enseñándote lo que había hecho con una cruz.

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Ahora es tu turno mostrarle a Tico Taco lo que eres capaz de hacer con las tres figuras que se ven en la ilustración, dibujándolas en algún cuaderno viejo o en hojas de papel.

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El hombre gordo apareció detrás de los árboles y esperó a que terminaras de desarrollar las figuras que Tico Taco te había dado.

—Es hora de comer —dijo el hombre gordo en cuanto terminaste.

En ese momento sentiste hambre. No habías tocado las manzanas de tu mochila en toda la mañana y era casi mediodía. El hombre gordo los condujo por una vereda a un pequeño claro entre los árboles, donde había un mantel sobre el pasto y unas canastas llenas de comida.

Durante el trayecto, Jorge y Amalia te fueron contando sus aventuras desde que los habías dejado el día anterior. Los niños habían cambiado notablemente. Antes eran callados y aburridos. Ahora eran platicadores y hasta de vez en cuando, ocurrentes.

—El Sabio del Paraguas nos trajo aquí— dijo Jorge señalando al hombre gordo—. Al principio no sabíamos qué hacer, pero de los árboles comenzaron a caer preguntas escritas en hojas de papel. Después cayeron juegos y adivinanzas y también cosas que dibujar... ¡Nos hemos divertido mucho!

—A veces los árboles nos hablaban aseguró Amalia.

Tú recordaste la voz que habías escuchado a tu espalda pero no comentaste nada.

—Cada quien escoja su lugar— dijo el hombre gordo cuando llegaron junto al mantel y las canastas—. Coman todo lo que quieran, yo los veré en otro lugar—, y diciendo esto desapareció entre las flores.

Todos tenían hambre y comieron con entusiasmo. Las canastas tenían pollos asados, ensaladas, refrescos, una especie de pastel de carne con verduras que a ti te gustó muchísimo. Amalia colocó la fruta en unos pequeños cestos cuando todo mundo había acabado con los "platillos fuertes", como dijo Sergio.

—Creo que me comeré uno de esos plátanos— dijo Tico Taco al terminar de roer una pierna de pollo.

Los demás se quedaron un poco sorprendidos, porque aNível Superioremente no había plátanos disponibles. Pero tú descubriste las frutas antes que ninguno.

¿Puedes mostrar en la ilustración dónde están los plátanos?

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Eras evidente que los plátanos no podían estar en el mantel, así que comenzaste a buscar por otras partes y encontraste un racimo que colgaba escondido entre los árboles en la parte izquierda de la ilustración, cerca de la cabeza de Amalia.

Ofreciste tus manzanas al grupo, pero sólo Amalia aceptó una. Tico Taco fue por su plátano y Jorge y Sergio escogieron unas grandes ciruelas. Durante la comida no habían dejado de hablar, sobre todo de las historias que habían formado con recortes de revistas.

De un árbol cayó suavemente un papel. Tenía una extraña figura y abajo de la figura estaba escrito: PLAFT, tal como se ve en la ilustración.

—Así se ha de llamar esta figura— dijo Amalia.

—Podría ser al revés. A lo mejor esta es la figura de Plaft- dijo Sergio con toda seriedad.

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Comenzaron a caer más papeles. Unos tenían figuras y otros sólo nombres. Los niños se pusieron a completar lo que faltaba. En las hojas que tenían figuras o las que les inventaron un nombre, y en las que sólo había una palabra dibujaban una figura que les parecía que podía corresponder al nombre.

Tú juntaste las seis hojas que se ven en la ilustración. Podrás completar lo que falta.

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