Libros del Rincón


El hombre del oso


Tu decisión fue regresar a tu casa y olvidarte de todo

La situación se había puesto demasiado extraña para tu gusto, así que te levantaste y dando las buenas tardes a los ancianos dejaste el zaguán. La tarde continuaba soleada y brillante y una suave brisa húmeda sopló. Llenaste tus pulmones con aquel aire fresco y comenzaste a caminar hacia tu casa.

¿Pero ésa era la dirección a tu casa? Tú presumías de conocer muy bien la ciudad y ahora te encontrabas en una calle que no concordaban con lo que tú recordabas. Al llegar a la esquina encontraste un gran tumulto de gente viendo bailar a un oso negro al son de un pandero, que tocaba un hombre alto de largos bigotes. El oso bailaba con mucha gracia. Se movía como bailarina de ballet. El hombre de vez en cuando entonaba una canción en un idioma extranjero, y tú no entendiste una sola palabra de lo que cantaba. La música era hipnótica y no pudiste abandonar el lugar porque una indescriptible fascinación te fue envolviendo.

—¡Ahora Kilkis les hará unas preguntas!— anunció el hombre dejando de tocar el pandero.

Kilkis resultó ser el oso bailarín. El hombre mostró una mochila de cuero llena de papeles.

—¡En esta bolsa se encuentran las preguntas!— gritó levantando la mochila para que todos la vieran. —Kilkis sacará un papel con la pregunta escrita y el primero que conteste ganará un premio sorpresa.

Kilkis hizo algunas piruetas mientras el hombre agitaba los papeles dentro de la bolsa.

—¡Ahora Kilkis sacará la primera pregunta!

El oso dejó de hacer piruetas y caminando sobre dos patas se acercó a la bolsa. El espectáculo estaba cuidadosamente planeado, porque cuando el osos iba a sacar el papel y todo el mundo estaba pendiente, se retiró dando un gruñido. Un murmullo de voces desilusionadas se escuchó.

—¡Kilkis! ¡Saca la primera pregunta!— ordenó el hombre.

El oso volvió a acercarse a la bolsa y en el momento de meter la zarpa en la bolsa se retiró de nuevo. La emoción del público iba creciendo. Todo mundo quería saber cuál era la primera pregunta y el osos continuaba sin decidirse. Cuatro veces se repitió la misma escena hasta que en la quinta, el oso sacó un papel doblado.

—¡Aquí está la primera pregunta!— anunció el hombre levantando el papel.

Teatralmente lo desdobló y leyó:

—¿A qué sabe el color azul?

Un intenso murmullo se produjo. Los espectadores intercambiaban opiniones unos con otros. Tú nunca habías pensado que el color azul tuviera algún sabor, pero ahora, había que dejar volar la imaginación.

—¡Tienen treinta segundos más para responder!— advirtió el hombre paseándose entre la gente.

Graphics

Tú pensaste que el color azul podría saber al merengue de un pastel gigantesco, pero no dijiste nada.

—¡El tiempo se acabó!— ¡Ahora la siguiente pregunta!

El oso sacó el papel en el primer intento.

—¡Se trata de una cadena de palabras!— anunció el hombre. —La primer palabra MALETA ustedes tienen que decir una palabra que comience con la última sílaba de la palabra maleta y así con la palabra que siga. Hay que hacer una cadena de seis palabras y la última debe de ser: DIETA.

Una niña rápidamente dijo: TAMARINDO.

—¡Muy bien!— exclamó el hombre y Kilkis aplaudió. Ahora una palabra con la última sílaba de TAMARINDO.

Una señora que llevaba una canasta llena de fruta dijo: DOMÉSTICO. Las respuestas comenzaron a surgir una tras otra. Un hombre de traje de cuadritos dijo: COMIDA. Inmediatamente después alguien gritó: DÁVILA y un niño adelantándose dijo muy quedito LANA.

Faltaba ahora la palabra para completar la cadena con la palabra final: DIETA.

¿Puedes encontrar la palabra que falta?

Durante un buen rato sólo se oyó el murmullo de las voces, discutiendo en voz baja. En el momento en que se te ocurría la palabra un hombre calvo se adelantó y exhibiendo una amplia sonrisa dijo NADIE.

—¡Excelente!— exclamó, siempre a gritos, el hombre del oso. —¡Kilkis, trae el regalo del caballero ganador!

El oso apareció con una caja de cartón amarrada con un deshilachado mecate del cual colgaba un moño verde. El hombre calvo, sin dejar de sonreír, recibió la caja del oso y se perdió entre la gente.

El público se hacía cada vez más numeroso. La gente ese apretujaba alrededor del hombre y del oso tratando de conseguir un premio. Tú sentiste que te asfixiabas y entre empujones y codazos lograste salir del tumulto.

¿Si observas la ilustración, puedes descubrir la catedral?

Graphics

Las calles cada vez te parecían más y más extrañas. Eran como de otra ciudad que no fuera de Guadalajara. Pensaste que si lograbas llegar a la catedral, de allí podrías regresar fácilmente a tu casa, aunque por otra parte, no te cabía la menor duda de que estabas a unas cuadras del teatro Degollado, frente a la catedral. Había que preguntar dónde estabas.

—Perdone señor, ¿cómo llego a la catedral?

El hombre te miró con un gesto desdeñoso y sin decir una palabra apuntó a una calle lateral.

Al principio no supiste de qué se trataba. Por más que buscaste no podías descubrir las características torres de la catedral de Guadalajara. Comenzabas a creer que el hombre te había engañado cuando te fijaste en el letrero de una tienda a la izquierda que decía: "La Catedral".

Se trataba de una mueblería. Los aparadores estaban brillantemente iluminados y se anunciaba una barata. En el umbral de la puerta estaban el hombre del osos y Kilkis observándote con una sonrisa burlona.

—Buenas tardes— dijo el hombre, acompañando sus palabras con un repiqueteo del pandero.

No lo podías creer. Miraste hacia atrás y allá a lo lejos se veía el tumulto de gente. ¿Cómo podía estar el hombre del osos aquí?

El hombre te hizo una seña de que lo siguieras y se metió a la tienda. ¿Qué hacer? Se suponía que habías decidido regresar a casa, pero la súbita aparición del hombre del oso te pareció más interesante que tu casa, así que decidiste seguirlo.


[Inicio de Documento][Tabla de Contenido][Previo][Nível Superior][Siguiente] Busca, ...y ¡encuentra!