Libros del Rincón


La plaza de la gente bien vestida


El interior de la tienda era larguísimo. No pudiste ver dónde quedaba la pared del fondo a pesar de que todo el lugar estaba brillantemente iluminado. Una joven con un llamativo uniforme se te acercó y te dijo con gran familiaridad:

—¿Vienes a realizar las pruebas?

—¿Pruebas? ¿Qué pruebas?— respondiste.

Un perro comenzó a ladrarte y Kilkis pareció enfurecerse porque tu no sabías de qué pruebas te estaban hablando. El perro se levantó amenazadoramente y tú comenzaste a correr en busca de la salida. Pero con el susto corriste en la dirección equivocada y te adentraste en la tienda, perdiéndote en los interminables pasillos.

Los muebles se apilaban a veces desordenadamente. En determinados lugares descubriste muebles que por más que los observaste no hubo manera de saber para qué servían. De vez en cuando te cruzabas con algún cliente que caminaba sin hacer ruido, casi deslizándose en aquella enorme mueblería.

Al cabo de mucho caminar encontraste por fin a una dependienta.

—¿Me podría decir para dónde queda la salida?— preguntaste.

—¿La salida a dónde? ¿A la calle? ¿Al otro mundo? ¿A la Plaza de la gente bien vestida?

Ibas a pedir que te dijera dónde quedaba la salida a la calle, pero el nombre de "la Plaza de la gente bien vestida" te causó curiosidad.

—Busco la salida a la Plaza de la gente bien vestida— le contestaste.

—Queda atrás... Allá donde se ven aquellos listones amarillos que cuelgan del techo, en la sección 135, 876, 957.

Le diste las gracias y te encaminaste al lugar donde colgaban los listones. Los muebles que vendían en este sitio eran puertas, y tenían miles. La salida a la Plaza no se veía por ningún lado. Probablemente deberías descubrir entre todas esas puertas, la que te condujera a la Plaza de la gente bien vestida... ¿Pero cómo?

¿Puedes descubrir en la ilustración cuál es la puerta que conduce a la Plaza de la gente bien vestida?

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La gente pasaba a tu alrededor sin hacer ruido. Notaste que todos vestían ropa color café, pero no te detuviste a averiguar la razón porque habías descubierto la puerta en el suelo, semitapada por unas plantas en unas macetas. Apenas se leía el nombre de Plaza de la gente bien vestida.

Como nadie prestaba atención a lo que hacías, abriste la puerta. Unas escaleras descendían cerca de tres metros. Bajaste con cuidado hasta llegar a un vestíbulo brillantemente iluminado. Un gran ventanal te permitía ver una gran plaza, con fuentes, bancas y decorado completamente tapatío. Era un lugar desconocido para ti. Había varios cafés al aire libre donde la gente conversaba animadamente.

Te preguntaste por qué la llamarían Plaza de la gente bien vestida, si todo mundo se veía más bien mal vestido. Ni siquiera te pareció que estuvieran de moda. Te daba la impresión de que la ropa les quedaba una o dos tallas más grande o más chica, y esto era especialmente evidente en las mujeres.

Un grupo de personas corrían incesantemente alrededor de la plaza y otros hacían ejercicio bajo un grupo de árboles en el fondo de aquel lugar. La idea de regresar a tu casa ya se había desvanecido con tantos sucesos extraños. Una especie de curiosidad incontrolable te impulsaba a seguir adelante. Tu reloj marcaba las 4:55, por lo que no te preocupaste mucho y continuaste tu vagabundeo por la Plaza.

Una mujer regordeta con lentes oscuros y un impermeable verde que le quedaba muy grande, se te acercó. Tenía la cara exageradamente maquillada. Te pareció que se había embarrado el colorete en vez de maquillarse.

Última oportunidad para ver la momia que sueña —murmuró maquinalmente mientras te ponía un boleto en la mano.

—¡Es allí!— gritó y salió corriendo.

Había apuntado hacía una zona de arcos en la plaza. Era un lugar sin comercios donde se agrupaban músicos ambulantes. Había mariachis, marimbas y conjuntos norteños. Un bar maloliente y sin puertas era el único comercio de la zona. Caminaste un rato por aquella arcada observando los impresionantes faroles que colgaban de los arcos.

—Es por aquí— dijo una voz delicada.

Te sobresaltaste porque te tomó de sorpresa cuando estabas contemplando un farol especialmente complicado.

Era un joven curiosamente peinado y con barba muy bien cortada. Además te pareció altísimo. Le calculaste más de dos metros de estatura. El joven sonrió y haciendo un ademán de invitación te señaló una torre cercana, pero al ver tu perplejidad preguntó:

—¿Andas en busca de la momia que sueña verdad?

—En realidad yo deseaba regresar a mi casa, pero ahora no sé que hacer... Primero el hombre del osos, luego esa loca mueblería y ahora una momia que sueña... ¡Creo que es demasiado!

—¿Y qué es lo que buscas?— preguntó con su delicada manera de hablar recalcando cada una de las palabras.

Le contaste toda la historia de la llamada telefónica y lo que te pasó en el zaguán.

—Debemos ver al Joven Colgado, él te ayudará.

Se encaminaron a la parte de los árboles al fondo de la Plaza de la gente bien vestida. En un árbol encontraron a un jovencito que colgaba cabeza abajo. Sus pies estaban firmemente agarrados a una rama como si fuera un mono.

El joven escuchó en silencio toda tu historia. Se balanceaba suavemente y a veces, ante tu sorpresa colgaba de una pierna, utilizando la otra para rascarse.

—A esta hora deberías estar ya en la Casa de la Chatarra— fue lo que dijo cuando terminaste de hablar. —Pero necesito conocer tu ingenio y tu imaginación... Dime ¿cuál de estas dos líneas es más larga?

Estudia la ilustración y determina cual es la línea más larga

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Te mostró una cartulina con dos líneas dibujadas como aparece en la ilustración. Tú las observaste durante un rato. Una se veía a simple vista más grande que otra, pero si te lo preguntaba aquel Joven Colgado como prueba, no deberías responder apresuradamente. Al final, tu respuesta hizo reír a carcajadas al Joven Colgado.

—Vaya, vaya— dijo aún riéndose—, hacía mucho tiempo que no llegaba alguien así... se necesita tener buena vista para darse cuenta... ¡Sí! ¡Estás en lo correcto! ¡Las dos líneas son iguales, ninguna es mayor que la otra!

El joven alto que te acompañaba estaba sorprendido. Sacó una regla y midió las dos líneas.

—Sí, son iguales— murmuró aún sin creerlo. —¿Cómo lo supiste?

—Dejemos eso— interrumpió el Joven Colgado. —Necesitas ir a la Casa de la Chatarra. Dirígete a esa tienda de jamones y quesos. Allí encontrarás una puerta azul. Entra lo más rápido que puedas.

El hombre alto ya no te acompañó a la tienda. El interior de la salchichonería era viejo y destartalado. Un dependiente atendía a varias señoras impacientes y no se fijó en ti para nada. La puerta azul estaba en la pared derecha. Sólo te quedaba seguir las instrucciones del Joven Colgado.

Ahora continúa leyendo el capítulo LA CASA DE LA CHATARRA.


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