Libros del Rincón


El reloj de las palabras


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Era una voz desafinada y vieja que salía de entre la bruma. Se detuvieron un momento para determinar la dirección. Todos estuvieron de acuerdo de que venía del frente, pero conforme iban avanzando, la voz parecía cambiar de dirección. Aunque escuchaban la voz, no podían precisar qué decía.

—Allí hay una luz— apuntó Amalia.

—Vamos— dijeron los demás.

Era una casa con tres puertas. Las tres decían ¿SALIDA?

Observa la ilustración y di cuál escogerías.

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Escogiste la de la izquierda, ya que era la única que tenía picaporte. Las otras tenían candados y no se veía la llave por ningún lado.

Entraron cautelosamente. Adentro, todo estaba lleno de cosas viejas y oxidadas. Una vieja sentada en una silla desvencijada tejía un largo suéter como el que habías visto en algún lugar.

¿Te acuerdas dónde viste algo igual?

—Buenas tardes— saludó la vieja sin dejar de tejer. —Pasen, hace tiempo que no venía nadie a visitarme...

El cuarto era muy amplio. En la pared del fondo colgaban una gran cantidad de cuadros formando una especie de círculo, pero en vez de pinturas sólo había palabras escritas, una en cada cuadro; y en el centro, dos gigantescas manecillas de reloj.

—¿Quieren un poco de chocolate?— les preguntó tendiéndoles una taza que olía delicioso.

Todo mundo aceptó cortésmente.

—Muy bien— suspiró la vieja—, ahora es tiempo de jugar.

—¿De jugar? ¿A qué?

La vieja levantó su bastón y apuntó a la pared de cuadros.

—A cada uno de ustedes les daré dos papelitos, uno blanco que tiene un número grande y el otro que es rosa y tiene un número chico. El grande es el de las horas y el chico es el de los minutos, como en un reloj. El juego consiste en poner las manecillas en las dos palabras y encontrar cosas que tengan en común las dos palabras que señalan los números.

—Creo que no entiendo— murmuró Jorge.

La vieja movió la cabeza y dijo:

—Te pondré un ejemplo... déjame ver... imagina que te tocó el número grande 7 y el número chico 3. Entonces tienes que relacionar caballo con gelatina. A ver, piensa...

—¿Caballo con gelatina?— exclamó sorprendido Jorge.

—Sí, hombre... —atajó impaciente Tico Taco. —Imagínate un caballo aguado, gelatinosos, o una gelatina que corre y relincha o un caballo tembloroso y transNível Superiore...

—¡Muy bien!— exclamó la vieja, veo que ya entendieron. —Allí en esa olla roja tienen los papeles blancos. Cada quien saque uno sin ver... cuando acaben vengan aquí y saquen de este canasto los papeles rosas.

Uno a uno fueron pasando los niños a sacar sus papeles blancos ante la mirada divertida de la anciana. Al terminar, sacó debajo de la mesa una canasta en forma de higo.

—Ahora escojan el papel rosa— les dijo.

Los resultados de la selección de los papelitos resultó divertida. A Tico Taco le tocó REFRESCO y GORDO. Todo mundo se rió porque Tico Taco era gordito. A Sergio le tocó PUERTA y SOPA, Amalia obtuvo VENTANA y NIÑOS; Jorge sacó CHATARRA y FLOTANTE y tus papelitos decían CANDADO y CANDADO.

—Esa combinación está muy difícil— dijeron los demás.

¿Puedes encontrar las relaciones de las palabras de los niños y la que te tocó a ti?

Mientras los niños se afanaban en su juego, tú observabas el lugar con detenimiento porque estabas seguro que no habían llegado allí por simple casualidad. Tenías el presentimiento de que algo oculto se encontraba en aquel gran cuarto y tú sabías qué tan importante es seguir los presentimientos, aunque algunas veces se pueda uno equivocar.

Dejaste que tu mente flotara, observando todo el lugar, sin forzarla, permitiéndole que se paseara por las cosas que decoraban el cuarto, por las paredes y por los muebles. ¡De pronto lo descubriste! Ahora sabías cómo poder salir. Era quizá la prueba final para dejar la Casa Chatarra.

Si observas la ilustración ¿puedes decir cómo encontrar la salida?

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Reuniste a los niños y les anunciaste tu descubrimiento:

—Como lo que hay aquí es pura chatarra, me puse a investigar las combinaciones de palabras de los cuadros. De repente vi una combinación que me pareció reveladora: PUERTA y NIÑOS. Mentalmente imaginé cómo se verían las manecillas y descubrí que apuntaban a una pequeña puerta en lo alto de la pared. Puertas y ventanas hay por todos lados, pero ésta era la única a la que apuntaban las manecillas...

—¡Miren, la anciana ha desaparecido!— gritó Amalia cuando volteó para ver qué decía la vieja de tus descubrimientos.

—Olvídala— dijo Tico Taco. —Vamos a ver qué hay detrás de esa puerta.

Tú subiste primero. La puerta era realmente pequeña y se abría hacia donde tú estabas. Un pasillo brillante iluminado los condujo a un cuarto circular del que salían infinidad de caminos. ¿Cuál tomar? En ese momento recordaste lo que el hombre gordo te había dicho el día anterior, y sin titubear condujiste a los niños por el camino correcto.

¿Puedes encontrar en la ilustración el camino correcto?

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