Libros del Rincón


5. Una dirección


Al día siguiente, papá amaneció con la dolencia todavía muy fuerte. No podía pararse de la cama y estaba preocupado porque había que entregar la máquina de coser muy pronto. La esperaban con urgencia. Lo estuvo pensando mucho rato y no tuvo más remedio que pedirme que fuera yo solo a la ciudad para entregar la carga. Me dio unos centavos y un liacho de comida, me explicó que debía seguir el camino real hasta la ciudad de México y al llegar ahí preguntar por la calle Primera del Reloj, buscar el número tres y encontrar al señor José María González, un sastre al que debía entregar la máquina de coser.

—«No me espere pronto de regreso, papá,» le dije. —«No sé nada de la ciudad y seguramente voy a entretenerme buscando la calle y al señor González. No se vaya a preocupar por mí, porque voy a estar muy bien. Me llevo a Celestino.»

Papá me abrazó muy fuerte, como nunca lo había hecho cuando se despedía de mí para emprender un viaje. Rezamos juntitos la oración de San Pedro, de nosotros los arrieros, y nos despedimos. Ya en camino, todavía lo veía agitar su mano despidiéndose de mí.

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